Hay un par de países en los que se vive la moto de una manera especial, uno de ellos es sin duda Japón. La pasión por las dos ruedas motorizadas es allí muy grande, y a los hechos me remito cuando hay que hablar de fabricantes. Sólo Honda hace más de 12 millones de motos al año. Es una cantidad nada despreciable, sobre todo si lo comparamos con 40.000, que es la media de los últimos años por parte de Ducati.
Aún así, se ven bastantes Ducatis por aquí, en Europa, a pesar de que muchísimas de esas 40.000 se venden en las islas niponas.
Siempre fueron cotizadas y muy queridas en el lejano Oriente, y en Borgo Panigale incluso han hecho versiones especiales de baja cilindrada, 400 cc, para el mercado del Sol Naciente, aprovechando la escala impositiva que grava allí a las motocicletas de cilindrada superior.
Como digo, hay mucha afición por las máquinas italianas, supongo que buscando lo que ellos no son capaces de producir, simplemente motos con alma, con sentimiento, que transmitan, producto de las mentes inquietas y flamígeras de ingenieros y diseñadores latinos.
Sea como fuere, los japoneses han hecho acopio de la mayoría de versiones especiales, limitadas, o simplemente caras, y atesoran muchísimas rarezas en sus diminutos garajes muy bien aprovechados, todo hay que decirlo.
Por las reviradas carreteras que circundan su tortuosa y volcánica orografía, no es raro ver muchas motos de los años 70 y 80, perfectamente mantenidas y en un estado de revista excepcional, y hay clubes de Pantah, o de TT2, o de F1.
Pero su frikismo, o pasión, va más allá. Sólo allí uno puede encontrarse con esto:
Esta verdadera joya es una Ducati Pantah. Bueno, es algo más. Es un motor de Ducati F1 (aparentemente y a primera vista, aunque podría ser un 600 de TT2), montado en un chasis Spondon. Pero lo más curioso es que Spondon, que es conocido por sus chasis multitubulares para motores japoneses, en este caso hace un doble viga en aluminio para un motor Ducati: la paradoja de los contrasentidos. Como consecuencia, estamos ante un producto muy único, no sólo por la rareza de las piezas empleadas, sino por su perfecta conjugación en un artefacto final muy satisfactorio en el plano estético, y muy seguramente en el dinámico.
A pesar de ser un trabajo evidentemente artesanal, su nivel de acabados es excelente, y se nota en los pulidos de chasis, basculante y horquilla, por ejemplo, en la perfecta aplicación de pintura, y otros detalles como el doble faro genialmente resuelto, o las llantas desmontables de magnesio.
Es una pena no tener más información de esta belleza que las capturas de una conocida red social que frecuento, pero me consta que hay muchas Ducati Spondon de finales de los años 80 y con diversas motorizaciones, incluso refrigeradas por agua e inyección electrónica.
Sirva este maravilloso ejemplo para congratularnos de que existan en este planeta personas que siempre buscan llegar un poco más allá. Bravo!
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